Necesito andar a diario, mi cuerpo me lo pide. A menudo cuando camino, lo hago envuelta en mis pensamientos de madre estresada, pensando sin cesar en lo que voy a cocinar ese día o recordando en pedir cita a la pediatra y mil pensamientos más que invaden mi mente, pero hace unos meses no fue así. Aquel día salí a caminar con mi hija e intenté no andar deprisa y relajarme un poco, ya que hacía unos días que estaba notando demasiadas taquicardias en mi corazón y me asusté. Y así fue como me fijé en mi vecina, que salía por la puerta del bloque contiguo. Observé que llevaba puestas unas zapatillas blancas de deporte y por las arrugas de su cara, calculé que tendría unos 80 años. La saludé y enseguida me contestó sonriendo. Cuando vio a mi pequeña entablo una “conversación”, mi hija se puso a parlotear con ella y cuando terminaron, me dijo: -Bueno, voy a caminar un rato como todos los días. Se fue cuesta abajo caminando con un garbo que ya quisieran muchos tener a...